lunes, 30 de agosto de 2010

Viejos

Viejos son los trapos, me dijo de espaldas mientras lavaba la ropa en el patio, y cuanta razón tenia.
Se fue sin haber sido vieja nunca. Aunque fue abuela desde que la conocí o más bien desde que me conoció, nunca fue vieja. Tanto así, que un día antes de partir-en una de esas salas recontra híper archi prohibidas que hay en los hospitales, si, esas, llenas de maquinas cuyos ruidos logran pararle el corazón al mas sano de los parientes que van de visita- se saco en una sola maniobra el aparatejo que le cubría la boca y se bajo- COMPLETO- un serenito de vainilla que mi hermana y yo metimos de contrabando. Cosas de chicos…

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